domingo, 25 de noviembre de 2012

Hacerse "humanos"

La Ceremonia es eterna
Hace muchos millones de años el humano empezó a construirse como tal, superando el determinismo instintivo animal. Tal vez también los animales iniciaron un proceso de racionalización; no lo sabemos. Tampoco sabemos si "todos" los humanos se adhirieron a ese proceso de superación, o sólo una línea evolutiva lo hizo. Es por esta causa que las etnias indígenas suelen decir de sí mismos y en su propio idioma: "somos los hombres verdaderos", los que vivimos para autosuperarnos.


Esta gente dedicó sus existencias a la auto superación de la conciencia de sí mismos -lo que consideraron una obligación- y a la continuidad de una tradición.

Convertirse en humanos no es fácil; requirió de un arduo aprendizaje que insumió milenios de esfuerzos sostenidos y progresivos. Las personas elegidas para hacerlo en cada tribu fueron los chamanes. Pero con las solas enseñanzas de los abuelos ancestrales no bastaba para alcanzar el saber; era preciso llegar -aunque fuera por momentos fugaces (flashes)- a la "iluminación", además de mantenerse fieles a los preceptos y obligaciones que fueron marcando los maestros de sabiduría.

El humano-animal recientemente consciente era también vulnerable a reincidir en conductas animales. Ellos necesitan de una guía espiritual fuerte, poderosa, implacable, que les recordara permanentemente lo que no debían hacer y lo que sí se esperaba de ellos.

Es probable que se hayan ideado metáforas, analogías, que permitieran transmitir que si no cumplían con esas pautas de conducta iban a recibir un castigo.

Entre tanto los sabios se ocupaban de la tarea de entender qué esperaba la naturaleza de ellos: la ley del Dharma.

Se elaboró la cosmología de que el Universo era Inteligente, o estaba presidido por una Inteligencia. Y esa Inteligencia esperaba que los humanos comprendieran lo inferiores que son y entendieran que su única conducta esperable es sumisión y acatamiento a las Supremas Leyes de la Naturaleza.

Luego, como suele suceder siempre entre los humanos, los confundidos, los ignorantes, los inexpertos, egoístas y personalistas, quisieron sacar provecho de esa actitud reverente y sumisa que los que buscaban superarse habían asumido, y pretendieron someterlos a sus propios fines.

Lo extraordinario es que esos fines espurios nunca jamás son válidos y sucumben antes o después.

Y, ¿qué es lo que es posible "ver" durante esos fugaces momentos de iluminación, que los iniciados aspiran alcanzar de una u otra forma? Que existe otra realidad, invisible a los ojos, pero tan contundente y real como la que vemos.

Del otro lado del mundo visible también estarían los muertos; y como es lógico se imaginó un lugar y un destino diferente para los justos y para los injustos.

Hace, pongamos, por decir un número, unos 8.000.000 de años los humanos como tales no existían; pasaron por muchas etapas de pulido. Ahora aún no estamos "hechos" y el proceso continúa.

Dos son las grandes dificultades y trabas a superar:

- Una es la propensión a la caída hacia pulsiones animales, tan comunes y cotidianas de ver;

- Otras son las catástrofes, que lo destruyen y arrasan a casi todo, y obligan a reiniciar periódicamente el proceso de autoconstrucción. Dentro de esta categoría es posible destacar los tsunamis gigantes de hace 11.557 años, la inundación bíblica de hace 5.134 años, y así, accidentes y desastres periódicos y diversos.

El afán colonialista de los pueblos europeos cae dentro de esa categoría. No vamos a resaltar su baja condición humana y su casi inexistente desarrollo espiritual, su ausencia de valores y principios y su afán y ambición animal. Ellos aprendieron a leer y a escribir, y a constituir gobiernos, ejércitos y sistemas educativos, mediante los cuales pretendieron inculcar a todos que son los mejores y que sus tácticas son las correctas.

Y los que resistimos y protegemos la antorcha del auténtico progreso humano nos vemos empujados, golpeados, vejados y humillados por estos fanfarrones de mentes huecas y vacías, ultrajándonos en todo momento, con la sola esperanza de que los fines espurios nunca jamás son válidos y sucumben antes o después.

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