miércoles, 27 de agosto de 2008

Enseñanzas de los antiguos

Estamos todos reunidos aquí porque la hermandad de la raza nos convoca.

Estamos reunidos y unidos por el afecto como lo están las estrellas y los astros del firmamento.

Esta unión que sentimos es la fuerza de nuestra raza, de nuestra cultura, de nuestra identidad.

Provenimos de una cultura antigua y espléndida que fue inundada por las aguas del deshielo hace 12.950 años. La gente de aquella cultura se dispersó hacia los cuatro rumbos en busca de lugares elevados, en épocas en que las aguas eran aún acechadas por Kai Kai Filú. Entonces encontramos esta cordillera; trepándonos a ella nos salvamos.

Los antepasados de todas las personas que hoy existen vivieron esa catástrofe, pero ellos no tuvieron la prudencia de transmitir sus experiencias de generación en generación, y ahora parecen ignorar su pasado, aunque los recuerdos silenciosos permanecen en su sangre.

Nuestra cultura primaria no habla de dioses, pero si de una reverencia profunda hacia esa Fuerza y ese Poder que hace que el universo se manifieste, y lo ordena armoniosamente. ¿Parece que el orden sabio no existe? No existe para los que insisten en vivir ignorándolo.

Esa Fuerza Superior organiza de tal modo los hechos, que todo tiene que ver con todo, porque nada existe separado.

Aunque no se perciba el movimiento, todo se mueve de manera incesante, cumpliendo un ciclo amplio, una ley inexorable.

Movimiento ordenado y cíclico, e interconexión, son las reglas del acontecer del mundo.

Olvidar la cultura y entregarse al paganismo actual es renegar de la verdad.


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